miércoles, 18 de junio de 2008

Jamaica, No Problem - Capítulo I

Hace ya algunos meses, aprovechando el puente de Acción de Gracias me marché a Jamaica con mi amiga Laura en busca de un poquito de sol y huyendo del mal humor y la bullas de Nueva York. Ha pasado mucho tiempo y creo que es hora de contar algo de aquella aventura. El viaje tuvo sol y buen rollo pero también alguna que otra anécdota digna de contar. Como las anecdotas fueron abundantes voy a pasaros el viaje en capítulos y aquí va el primero.
24-11-2007
Vamos volando hacia Montego Bay, nuestro avión ha salido con retraso pero al fin estamos en el aire. Cuando lleguemos allí cogeremos un route taxi que nos llevará al Lago Brillante y de ahí a nuestro hotel.
10:37 pm
Hemos llegado sanas y salvas a nuestro hotel. El comienzo al salir del aeropuerto ha sido un poco complicado, los taxistas atacaban como buitres y los precios no tenían nada que ver con lo que nos habían dicho, mucho más caros. Quizá porque estábamos dentro del aeropuerto. Al final, un abuelo nos ha llevado hasta Glistening Waters por 30 dólares, es un lago que brilla en la oscuridad cuando molestas a los microbios que viven en él. Fue imposible convencerlo de que nos llevara a Ocho Ríos, a nuestro hotel, por un módico precio así que al final decidimos buscar otra solución. Por supuesto nada más entrar en la furgoneta nos ofreció ganja (marihuana, como ellos la llaman) si queríamos aparte del transporte.
La señora que regenta el restaurante y el barco que te da el paseo por el lago nos buscó un microbus con más turistas para ir a nuestro hotel por 50 dólares las dos. Muy a nuestro pesar tuvimos que dejarle a ella las maletas en consigna, ha sido imposible subirlas al barco. Nos subimos en el barquito con una banda de español@s borrach@s y fumad@s que no paraban de dar la nota. Jerry, nuestro capitán de barco rastafari, nos llevó a ver como las aguas del lago brillaban de noche.
Al tocar el agua, la estela del barco o cuando los peces saltaban se podía ver como el agua se iluminaba. Debíamos estar molestando a los microbios mucho porque no veas como se iluminaban las gotitas de agua y la estela del barco cuando íbamos rápido. Después de contarte toda la película dejan un rato para que te puedas bañar y convertirte en fluorescente por un rato.Al volver a tierra nos hemos encontrado con que la señora del barco había buscado otra forma de transporte para nosotras y después de decirnos "Ahora estáis en buenas manos" nos ha dejado con su marido que nos ha subido en un mercedes blanco, como el de kiko veneno, y ha salido rumbo a Ocho Ríos. El señor, un hombre de mediana edad, nos hacía un montón de preguntas siempre muy educadamente a las que Laura y yo le íbamos contestando solo mentiras por si acaso. De repente me dio por recordar que su mujer nos había dado un montón de folletos para dejarlos en el mostrador del hotel como favor por llevarnos ¿gratis? Y aquí es cuando mi imaginación empezó a volar y pensé que podría ser una señal para que los del hotel supieran que nos habían metido droga en el equipaje sin darnos cuenta y de esa forma encubierta pudieran distinguir que habíamos sido portadoras de algo. Menuda pelicula me estaba montando.
Le dije a Laura que no dejara los folletos al llegar, así los despistaríamos, y saqué un espray autodefensa por si las moscas que mi madre me había dado y nunca me había dado por llevar encima. Ya veía en mi cabeza como la cosa de repente se ponía fea y entonces yo le echaba al señor espray, Laura se hacía con el control del volante... y después... después decidí dejar de imaginar cosas raras porque evidentemente no iba a arreglar nada con esas historias mías en la cabeza. Y pensareis... que paranoica, pero quien no ha imaginado algo así en una situación extraña.
Por fin hemos llegado al hotel, el señor no nos ha cobrado nada. Hemos registrado nuestras maletas y no traemos ningún regalito. El caso es que hasta que no vuelva a Estados Unidos no voy a quedarme totalmente tranquila.
Creo que es hora de dormir, ha sido un comienzo intenso y vamos a necesitar energía para aguantar a los jamaicanos.

25.11.07 Forrest Park, las Montañas Azules.
¡¡¡Llegamos!!!. Hoy ha sido un día demasiado largo. Las emociones fuertes nos persiguen y ya empiezo a tener ganas de llegar a Negril y quedarme quietecita en la playa. Nunca pensé que fuera a decir esto con lo que me gusta a mi la playa. Espero que mañana cuando amanezca todo tenga otro color y me alegre de haber traspuesto hasta aquí.
Esta mañana hemos subido las cataratas Dunn River Falls.
Las tienen convertidas en una auténtica atracción turística pero hay que reconocer que son impresionantes y que es muy divertido subirlas sintiendo como la corriente del agua te empuja hacia abajo. Es recomendable llevar sandalias de las que se abrochan, pues en caso contrario para poder subir las cataratas tienes que ir a uno de los puestos donde por 3 o 5 dólares te alquilan unas zapatillas de goma. También hay que intentar evitar a los guías espontáneos, estos que se te ponen al lado y empiezan a ayudarte a subir para que después les des dinero. Siempre queda la opción de acoplarse, así como quien no quiere la cosa, a un viaje de grupo de los que tienen guía y cuando se sube la primera parte que es la más difícil hacer mutis por el foro aprovechando el guía y ahorrándose el dinero.
De aquí cogimos un route taxi hasta St. Anns Bay, un pueblecito famoso entre otras cosas por su mercado local, pero al ser domingo no estaba abierto, y lo que es más casi nada en el pueblo estaba abierto.
Una niña lugareña paseando.
Por si quedaban dudas del origen de una de las comidas más típicas en Jamaica, la cabra, aquí vemos como se pasean sin problema por el pueblo. Criaturas inocentes, que no saben que detrás de cualquier esquina le espera una olla.

Se ve que Colón y sus curas hicieron un buen trabajo evangelizando y convenciendo a los nativos de que el domingo es el día del señor y no se trabaja. No había nada abierto.

Aquí en el puesto donde nos compramos el almuerzo. Ahora que lo veo en la foto, ya le echamos narices ya. Atención al Jamaicano como mira a Laurita.Volvimos al hotel en otro route taxi con dos jamaicanos más en el asiento de atrás del taxi empaquetadas como sardinas.
A las 3 nos estaba esperando Tonie, un conductor que trabaja para el hotel, para llevarnos a alguno de los hostales de las montañas azules, a esos que llevábamos intentando llamar todo el día y era imposible contactar con ellos. Le pedimos que fuera SIN PASAR POR KINGSTON ya que todas las noticias que teníamos eran que la capital de la isla era bastate peligrosa y no merecía la pena pasar por allí, especialmente en nuestro caso que eramos dos chicas viajando solas.
El camino fue primero bordeando la costa por el norte pasando por Oracabesa para después empezar a adentrarnos en las montañas azules, por una carretera que cada vez se ponía más interesante. De las carreteras mejor ni hablar y del estilo de los jamaicanos conduciendo casi que no encuentro palabras para describirlo.

Seguíamos y seguíamos y la noche cayó y llegamos a ... Kingston.¡SORPRESA! Habíamos decidido ir a un albergue llamado Wild Flower sin pasar por Kingston, pero ni Wild Flower ni ost"=)($&(()Piiiiiiiiiii, tuvimos que ir a parar a Kingston. ¿Por qué? Porque nuestro conductor no sabía otro camino y aunque nos dijo que no había problema para no pasar por Kingston al final llegó allí. Mr. Tonie no encontraba nisiquiera el camino de salida para ir a Wild Flower, la calle se ponía chunga, y en la emisora de radio ya no había reage sino el parte de muertos por violencia del fin de semana. Entre eso y las frases de Tonie "nunca confíes en un jamaicano", "y que si es la policía a quién preguntas si tampoco te puedes fiar", "esto no me gusta nada", decidimos dejar de dar vueltas e ir a otro hostal donde nos cogieron el teléfono e indicaron como llegar desde donde nos encontrábamos. Tonie se fué por una dirección equivocada y milagrosamente llegamos a otro hostal del mismo dueño del que queríamos ir en las montañas azules. Por fin en un sitio civilizado, la señora del hostal nos explicó como ir hasta nuestro ansiado destino.
En fin, salimos en dirección a las montañas azules y al llegar a Papine, un lugar de Kingston donde confluyen varios caminos y donde teníamos que desviarnos para las montañas, la carretera estaba cortada. Tonie se metió por unas callejuelas para intentar alcanzar nuestro camino por otro sitio. En las calles gente jugando al fútbol, chicas en las puertas de las casas y un ambiente de desconfianza bastante palpable a tenor de las miradas de la gente al taxi del jamaicano con las dos blancas. Según las palabras de nuestro taxista "mi vida está en peligro por llevaros en mi taxi", que agradable. Por fin conseguimos salir de la ciudad y empezamos a subir un camino de montaña interminable. Baches y más baches, curvas y más curvas, agua corriendo por el camino y trozos de carretera desplomados por corrimientos de barro en algunas curvas era lo poco que se podía ver tan de noche. Seguíamos por ese camino en dirección a nuestro alojamiento "Forres Park" pero las curvas no acababan y según Tonie era la peor carretera por la que había conducido en su vida. ¡Para que él lo dijera! Como no llegábamos al sitio nuestro amigo empezó a ponerse más nervioso y nosotras a dudar si ese era el camino o nos habíamos equivocado de nuevo. Debe ser que todo no podía salir mal porque de repente al girar en una curva nos encontramos con un coche en los que iban los dueños de Forres Park que ya nos dieron las indicaciones finales para llegar. Justo antes de llegar Tonie hizo el amago de meterse por un camino equivocado pero menos mal que todavía íbamos despiertas y le pegamos un grito para que no se metiera por ahí que debió flipar y menos mal, porque el camino sólo llevaba a una fábrica de café.
Al menos ya hemos llegado. Una señora enorme nos ha preparado la cena y nos ha acompañado a nuestra cabaña. Queríamos subir de noche al pico Blue Mountain y ver amanecer desde allí pero parece ser que no hemos tenido suerte pues las predicciones del tiempo son de tormentas fuertes y esta noche no van a llevar a ningún grupo a la cima. Nuestro gozo en un pozo. Bueno, al menos aquí estamos de noche romántica Laura, yo, Juancho y Pancho, dos largartos que nos hemos encontrado en el baño y que no hay manera humana de echarlos. Habrá que dormir y mañana levantarse tempranito para ver el amanecer desde abajo al menos.
Continuará...

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