
24-11-2007
Vamos volando hacia Montego Bay, nuestro avión ha salido con retraso pero al fin estamos en el aire. Cuando lleguemos allí cogeremos un route taxi que nos llevará al Lago Brillante y de ahí a nuestro hotel. 10:37 pm
Hemos llegado sanas y salvas a nuestro hotel. El comienzo al salir del aeropuerto ha sido un poco complicado, los taxistas atacaban como buitres y los precios no tenían nada que ver con lo que nos habían dicho, mucho más caros. Quizá porque estábamos dentro del aeropuerto. Al final, un abuelo nos ha llevado hasta Glistening Waters por 30 dólares, es un lago que brilla en la oscuridad cuando molestas a los microbios que viven en él. Fue imposible convencerlo de que nos llevara a Ocho Ríos, a nuestro hotel, por un módico precio así que al final decidimos buscar otra solución. Por supuesto nada más entrar en la furgoneta nos ofreció ganja (marihuana, como ellos la llaman) si queríamos aparte del transporte.
La señora que regenta el restaurante y el barco que te da el paseo por el lago nos buscó un microbus con más turistas para ir a nuestro hotel por 50 dólares las dos. Muy a nuestro pesar tuvimos que dejarle a ella las maletas en consigna, ha sido imposible subirlas al barco. Nos subimos en el barquito con una banda de español@s borrach@s y fumad@s que no paraban de dar la nota. Jerry, nuestro capitán de barco rastafari, nos llevó a ver como las aguas del lago brillaban de noche.


Le dije a Laura que no dejara los folletos al llegar, así los despistaríamos, y saqué un espray autodefensa por si las moscas que mi madre me había dado y nunca me había dado por llevar encima. Ya veía en mi cabeza como la cosa de repente se ponía fea y entonces yo le echaba al señor espray, Laura se hacía con el control del volante... y después... después decidí dejar de imaginar cosas raras porque evidentemente no iba a arreglar nada con esas historias mías en la cabeza. Y pensareis... que paranoica, pero quien no ha imaginado algo así en una situación extraña.
Por fin hemos llegado al hotel, el señor no nos ha cobrado nada. Hemos registrado nuestras maletas y no traemos ningún regalito. El caso es que hasta que no vuelva a Estados Unidos no voy a quedarme totalmente tranquila.
Creo que es hora de dormir, ha sido un comienzo intenso y vamos a necesitar energía para aguantar a los jamaicanos.

Esta mañana hemos subido las cataratas Dunn River Falls.

Las tienen convertidas en una auténtica atracción turística pero hay que reconocer que son impresionantes y que es muy divertido subirlas sintiendo como la corriente del agua te empuja hacia abajo. Es recomendable llevar sandalias de las que se abrochan, pues en caso contrario para poder subir las cataratas tienes que ir a uno de los puestos donde por 3 o 5 dólares te alquilan unas zapatillas de goma. También hay que intentar evitar a los guías espontáneos, estos que se te ponen al lado y empiezan a ayudarte a subir para que después les des dinero. Siempre queda la opción de acoplarse, así como quien no quiere la cosa, a un viaje de grupo de los que tienen guía y cuando se sube la primera parte que es la más difícil hacer mutis por el foro aprovechando el guía y ahorrándose el dinero.

De aquí cogimos un route taxi hasta St. Anns Bay, un pueblecito famoso entre otras cosas por su mercado local, pero al ser domingo no estaba abierto, y lo que es más casi nada en el pueblo estaba abierto.

Una niña lugareña paseando.


Se ve que Colón y sus curas hicieron un buen trabajo evangelizando y convenciendo a los nativos de que el domingo es el día del señor y no se trabaja. No había nada abierto.


Aquí en el puesto donde nos compramos el almuerzo. Ahora que lo veo en la foto, ya le echamos narices ya. Atención al Jamaicano como mira a Laurita.
Volvimos al hotel en otro route taxi con dos jamaicanos más en el asiento de atrás del taxi empaquetadas como sardinas.

A las 3 nos estaba esperando Tonie, un conductor que trabaja para el hotel, para llevarnos a alguno de los hostales de las montañas azules, a esos que llevábamos intentando llamar todo el día y era imposible contactar con ellos. Le pedimos que fuera SIN PASAR POR KINGSTON ya que todas las noticias que teníamos eran que la capital de la isla era bastate peligrosa y no merecía la pena pasar por allí, especialmente en nuestro caso que eramos dos chicas viajando solas.
El camino fue primero bordeando la costa por el norte pasando por Oracabesa para después empezar a adentrarnos en las montañas azules, por una carretera que cada vez se ponía más interesante.
De las carreteras mejor ni hablar y del estilo de los jamaicanos conduciendo casi que no encuentro palabras para describirlo.





En fin, salimos en dirección a las montañas azules y al llegar a Papine, un lugar de Kingston donde confluyen varios caminos y donde teníamos que desviarnos para las montañas, la carretera estaba cortada. Tonie se metió por unas callejuelas para intentar alcanzar nuestro camino por otro sitio. En las calles gente jugando al fútbol, chicas en las puertas de las casas y un ambiente de desconfianza bastante palpable a tenor de las miradas de la gente al taxi del jamaicano con las dos blancas. Según las palabras de nuestro taxista "mi vida está en peligro por llevaros en mi taxi", que agradable. Por fin conseguimos salir de la ciudad y empezamos a subir un camino de montaña interminable. Baches y más baches, curvas y más curvas, agua corriendo por el camino y trozos de carretera desplomados por corrimientos de barro en algunas curvas era lo poco que se podía ver tan de noche. Seguíamos por ese camino en dirección a nuestro alojamiento "Forres Park" pero las curvas no acababan y según Tonie era la peor carretera por la que había conducido en su vida. ¡Para que él lo dijera! Como no llegábamos al sitio nuestro amigo empezó a ponerse más nervioso y nosotras a dudar si ese era el camino o nos habíamos equivocado de nuevo. Debe ser que todo no podía salir mal porque de repente al girar en una curva nos encontramos con un coche en los que iban los dueños de Forres Park que ya nos dieron las indicaciones finales para llegar. Justo antes de llegar Tonie hizo el amago de meterse por un camino equivocado pero menos mal que todavía íbamos despiertas y le pegamos un grito para que no se metiera por ahí que debió flipar y menos mal, porque el camino sólo llevaba a una fábrica de café.
Al menos ya hemos llegado. Una señora enorme nos ha preparado la cena y nos ha acompañado a nuestra cabaña. Queríamos subir de noche al pico Blue Mountain y ver amanecer desde allí pero parece ser que no hemos tenido suerte pues las predicciones del tiempo son de tormentas fuertes y esta noche no van a llevar a ningún grupo a la cima. Nuestro gozo en un pozo. Bueno, al menos aquí estamos de noche romántica Laura, yo, Juancho y Pancho, dos largartos que nos hemos encontrado en el baño y que no hay manera humana de echarlos. Habrá que dormir y mañana levantarse tempranito para ver el amanecer desde abajo al menos.

Continuará...
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